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Influencia del poder militar en la historia del Ecuador (página 2)




Enviado por luis pacheco



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El 13 de Mayo de 1830 es, desde el punto de vista
geopolítico y considerando el ciclo vital de un Estado, la
fecha de nacimiento del Estado Ecuatoriano. Del análisis
realizado podemos concluir que el origen de la República
del Ecuador está íntimamente ligado al Poder
Militar, a sus hombres, a sus instituciones, a su capacidad, a su
doctrina y sobre todo a las virtudes militares de su pueblo,
manifestadas en la heroica resistencia de
Rumiñahui.

Vemos que nuestra historia es esencialmente militar, y
que el nacimiento del Estado ecuatoriano se debe a la fuerza de
las armas; pues, gracias a la espada victoriosa del Libertador, a
la magnanimidad de Sucre, a la capacidad política y
militar de Flores, los ecuatorianos, gracias al poder militar,
reveló al mundo civilizado la existencia de la
República del Ecuador como nación libre y soberana.
La trayectoria brillante del poder militar no se detiene durante
este momento histórico, pues su presencia es indispensable
para consolidar la república naciente.

CAPITULO IV

El Poder Militar y su
aporte a la consolidación de la
República

El 14 de agosto de 1830, se reunió en Riobamba la
primera Asamblea Nacional Constituyente, con representantes de
los Departamentos de Quito, Guayaquil y Azuay, en ella,
además de la redacción de la primera
Constitución del Estado, se tributó un homenaje "de
eterna memoria y eterna gratitud" al Libertador, a quien lo
proclamaron "Padre de la Patria y protector del sur de
Colombia".

El 11 de septiembre de 1830, se aprobó la primera
Carta Fundamental del Estado, en la que se considera y
legaliza la existencia de la Fuerza Armada subordinada al Poder
Político
. Los individuos del Ejército y
Armadas están sujetos en sus juicios a sus peculiares
ordenanzas. El siguiente artículo destinado a la Fuerza
Armada considera: "Art.52: la milicia nacional que no se halle en
servicio no estará sujeta a la leyes militares, sino a las
leyes comunes, y a sus jueces naturales, se entenderá que
se halla en actual servicio, cuando esté pagada por el
Estado".

Ese mismo día y una vez aprobada y legalizada la
Constitución, se eligió al General Juan José
Flores, como el primer Presidente Constitucional del Ecuador, con
19 de los 20 votos posibles, además fue elegido
Vicepresidente José Joaquín Olmedo con 14
votos.

Se inició así el período floreano,
en el que Flores hace gobiernos esencialmente militares, pues
ejerce el poder apoyado en las gloriosas fuerzas que
habían independizado al Ecuador, pero es necesario
destacar que no sólo fue por la capacidad propia de Flores
que obtuvo la casi unanimidad en su elección, se
debió a que el pueblo ecuatoriano estaba absolutamente
consciente de que para desarrollar un proceso histórico
como Estado soberano que iniciaba el camino como tal y la
nación debía estar profundamente unida al Poder
Militar, era necesario e indispensable que el Poder Militar, a
través de su representante el Comandante en Jefe, sea el
elemento consolidador de la naciente república.

Fue el General Flores uno los más destacados
militares de la época de la Independencia, a cuya causa
sirvió, sin interrupción, en campaña, desde
1814 hasta 1825. Desde este año hasta 1830 a la causa
Gran-colombiana, y después, hasta 1845 en el ejercicio del
poder en el Ecuador. Volvió al país en 1859 y
murió en 1864. En la primera época asistió a
43 acciones de armas y libró en el Ecuador, en Nueva
Granada y en la frontera del Perú 42 batallas y combates;
es decir, 85 acciones de guerra, habiendo obtenido grado por
grado sus ascensos desde cadete hasta General de División.
En 1835 la Convención de Ambato lo ascendió a
General en Jefe del Ejército, grado que se le
reconoció posteriormente, en Venezuela, su país
natal.

Flores, entonces representante del Poder Militar, cuando
naciera la república, no debe quedar la menor duda de su
desempeño, después de analizar el juicio del
Cervantes de América, Juan Montalvo, quien dice: "Flores,
Juan José Flores, soldado de Colombia, valiente de primera
clase en la batalla, condecorado por Bolívar; Flores, el
héroes del Portete; Flores, dueño del afecto de la
aristocracia de Quito, Flores, fundador de la
República".

Por consiguiente, es con Flores al frente del Poder
Político y del Poder Militar que el Ecuador inicia su
período histórico como República
Soberana.

CAPITULO V

La oposición
del Poder Militar ecuatoriano al militarismo
extranjero

Es frecuente en nuestra historia la alusión,
entre despectiva y rencorosa, al militarismo, causa de tantos
males y desgracia en los primeros años republicanos, pero
la falta de conocimiento y la exageración dan lugar a
muchos errores de concepto. Por militarismo, entiéndase,
según la ciencia política, "el predominio del
elemento militar en el Gobierno" y en sentido más vulgar,
los abusos propios de la clase militar, despótica o
indisciplinada contra la sociedad puesta a su
custodia.

La separación del Sur de Colombia puso en manos
de Flores un ejército compuesto por unos dos mil efectivos
y conformado por unidades como el batallón "Quito", que
estaban integrados totalmente por ecuatorianos, que bajo la
autoridad de jefes competentes, como León de Febres
Cordero, Ignacio Torres, Antonio España, Juan B. Pereira,
Antonio Martínez Pallares, Sandes y Whittle, se fue
conformando con un alto grado de disciplina; pero la aguda crisis
fiscal y la falta de presupuesto, hizo que el ejército se
fuera disolviendo sistemáticamente; para evitarlo hubiera
sido necesario pagar el atraso en los haberes de oficiales y
tropa; además, el viaje a su patria de aquellos veteranos
de Colombia y Venezuela que combatieron por nuestra independencia
y la falta de dinero para esto provocó las tres
insurrecciones que tuvo que enfrentar Flores en sus primeros
años de gobierno.

En su tercer año de gobierno, los
periódicos de oposición, como el "Quiteño
Libre", no dejaron de publicar noticias falsas sobre supuestos
"abusos propios del militarismo". Nuestra historia no recuerda
militarismo más horrendo que el del ejército
restaurador antifloreano en 1834. Por otra parte, todos convienen
en que Flores fue siempre quien impuso la disciplina militar en
su ejército y quien escogía a sus oficiales
superiores; así, la elección del mulato General
Otamendi en dos momentos críticos no significa
militarismo, sino represión a sublevaciones militaristas,
como en el caso específico del General Urdaneta, quien
víctima otra vez de su genio aventurero, había
perecido en Panamá, fusilado en unión de varios
conjurados y del mismo Coronel Alzuru, que se había
levantado con el mando.

El Ejecutivo dispuso que todos aquellos batallones
sublevados que fueron derrotados por Otamendi, acudiesen en
perfecto orden al cuartel general, donde fueron disueltos y
borrados de la lista militar, en presencia de los que
habían permanecido fieles a la Institución, al
mismo tiempo, se expidieron licencias para el extranjero a
más de 150, entre jefes y oficiales, reos de haber violado
sus juramentos. De este modo terminó la gran
revolución que expuso a fracasar la nave del
Estado.

Concluida la revolución liderada por Urdaneta y
propiciada por el verdadero militarismo extranjero, son dos
sublevaciones más las que intranquilizaron al país,
con los mismos afanes, el sueño de reconstruir la Gran
Colombia. La primera fue propiciada por el glorioso
batallón "Vargas". Agobiado por una situación
calamitosa se insurreccionó contra el gobierno
ecuatoriano, el 11 de octubre de 1832. Flores entregó
raciones a los insurrectos y canceló la suma de 5.698
pesos, con lo cual 433 hombres emprendieron la marcha hacia su
país.

El 12 de agosto de 1832, en la ciudad de Latacunga, 538
hombres del batallón "Flores" se sublevaron contra el
gobierno ecuatoriano. Las causas: la falta de apoyo y el deseo de
volver a su tierra. Los insurrectos fusilaron a los oficiales,
saquearon la ciudad y se dirigieron a Ambato, donde hicieron lo
mismo, para luego marchar hacia la costa en busca de algún
puerto y salir a su tierra, pero en Bahía de
Caráquez fueron alcanzados y liquidados por el entonces
Coronel Otamendi.

Es así como el Poder Militar ecuatoriano
enfrentó al militarismo extranjero, que en nuestro inicio
como Estado buscó su desaparición y muerte al
pretender reincorporarlo a Colombia.

CAPITULO VI

El Poder Militar en
la consolidación definitiva de la
República

El año de 1832 concluyó con la
sofocación de la revolución "ultrabolivarista"
dirigida por Urdaneta y con la represión sangrienta de las
insurrecciones de los batallones colombianos "Vargas" y "Flores"
por parte del Coronel Otamendi, a nombre del General
Flores.

La lucha contra el gobierno se compacta en un grupo que
busca oponerse a las arbitrariedades del Presidente Flores y de
sus gobernadores militares; éste se denominó "La
sociedad del Quiteño Libre". Estaba constituida por varios
militares y algunos civiles, entre ellos, Vicente Rocafuerte.
Esta sociedad hizo una contumaz oposición al gobierno de
Flores, a través de su propio periódico.

Rocafuerte, lideró la oposición en el
Congreso, fue destituido y confinado a su tierra natal. El 17 de
octubre de 1833, el Coronel venezolano Pedro Mena se
levantó contra el gobierno de Flores en Guayaquil,
liberó a Rocafuerte y le ofreció la Jefatura
Suprema, manteniéndose Mena como Comandante General.
Flores salió al mando del Ejército para enfrentar a
Mena y Rocafuerte en Guayaquil el 18 de octubre. Al día
siguiente estalló en Quito la conspiración del
"Quiteño Libre", que fue reprimida a sangre y fuego. El 24
de noviembre Flores ocupó Guayaquil. Rocafuerte
huyó por mar, sublevó la escuadra y
estableció su cuartel general en la isla Puná,
desde donde inició lo que la historia conoce como la
"Guerra de los Chihuahuas".

La revolución tomó grandes dimensiones. En
los primeros meses de 1834, se produjeron varios acontecimientos
políticos y militares como el combate de Pesillo, en el
cual murió el General José María
Sáenz, que días antes se había sublevado en
el norte. El 4 de Junio de 1834, Tabacundo fue el escenario en
donde las fuerzas del ejército enfrentaron a las del
Coronel Francisco Montúfar, y constituyeron un
estímulo para que Otavalo e Ibarra se decidieran por la
revolución, Rocafuerte sea entregado primeramente a Mena y
luego a Flores, quien, con gran visión política,
pactó con su antiguo enemigo y lo proclamó Jefe
Supremo de Guayaquil, mientras Valdiviezo era proclamado en Quito
y en Azuay.

El 10 de septiembre de 1834, Flores da otro ejemplo de
gran capacidad y visión política, al dejar el poder
como lo manda la Constitución.

1. La Batalla de Miñarica

El notable historiador ecuatoriano, Alfredo Pareja
Diezcanseco, indica que: "El 18 de enero de 1835, después
de que se movió con buena táctica por el lado
occidental de la cordillera, Flores engañó a
Barriga con un falso movimiento hacia Latacunga,
obligándolo a salir de sus posiciones, volvió a
tiempo para ocupar Ambato, abandonada por el enemigo, y
escogió su campo en los arenales de Miñarica, desde
donde se parapetó tras una colina…"; y, complementa: "El
Perú, de cumplirse el designio de agregación
quiteña a Colombia, hubiera movilizado inmediatamente sus
fuerzas para ocupar Loja, el Azuay y todo el litoral no solo para
satisfacer sus demandas anteriores, sino para evitar que Colombia
lo hiciera, agradándose peligrosamente como
vecino".

Aproximadamente a las cuatro de la tarde del día
18, el "Ejército Convencional", comandado por la gran
experiencia táctica y estratégica del GRAD Juan
José Flores, enfrentó en los arenales de
Miñarica al "Ejército Restaurador" del GRAL Isidoro
Barriga, segundo esposo de la Marquesa de Solanda. Allí se
desarrolló la batalla cantada por Olmedo. En ésta,
Flores se cubrió nuevamente de gloria al enfrentar a
Barriga, experimentado y destacado General, ya que "había
estado en Boyacá y Carabobo, en la Guaira, las Trincheras
y Yaruquí, que se portó admirablemente en
Macará, que fue ascendido a Teniente Coronel
después de Ayacucho".

Flores tenía menos hombres. En total, no llegaban
ambos ejércitos a tres mil. Y hubo novecientos muertos. En
realidad, una vez lanzada la carga final y sorpresiva, cuando los
soldados de Barriga trepaban la colina, Miñarica fue un
campo de carnicería, más que de batalla, en el que
el General mulato Juan Otamendi se distinguiría como
siempre por su ferocidad.

Por estas razones el gran poeta Olmedo compuso su Oda a
la Batalla de Miñarica, en honor a Flores, en una parte
expresa: "allí está Miñarica. La discordia/
allí sus haces crédulas ordena:/ las convoca, las
cuenta, las inflama…/ las inflama….después,/ las
desenfrena/…..Se hunde el monte el huracán estalla, / y
es todo el aire de un campo de batalla".

Luego se confortó la vitalidad ecuatoriana y
resurgió un movimiento ascendente. Será Rocafuerte,
con su Gobierno, quien contribuya a trazar nuevos rumbos para el
país sobre bases amplias de educación y la
consolidación de las instituciones.

Sin embargo, Miñarica es una de las grandes
fechas del calendario de nuestra nacionalidad, pues, de no haber
vencido Flores ese día, más que probablemente el
Estado ecuatoriano hubiera desaparecido entre Colombia y el
Perú, es por ello, que Miñarica", debe permanecer
en la memoria de los ecuatorianos como uno de los acontecimientos
de mayor importancia en los orígenes e integración
de nuestra nacionalidad".

Siendo Miñarica un hecho militar que
expresó la capacidad profesional del original
Ejército ecuatoriano y la voluntad del pueblo para
proyectarse libre hacia su destino en la capacidad del conductor
y estratega, en la tenacidad y valentía de los soldados,
en la aplicación eficiente de la doctrina táctica y
en los valores militares, Miñarica es sin duda,
sinónimo de Poder Militar, por tanto el canto de Olmedo es
un elogio al Poder Militar, las expresiones escritas por
políticos e historiadores que engrandecen a
Miñarica son expresiones dirigidas a este Poder, porque la
patria y el pueblo ecuatoriano saben por su historia que en
Miñarica el Poder Militar consolidó definitivamente
la República del Ecuador.

El 23-ENE-1835, Flores llegó con el
ejército a Quito y reconoció en Rocafuerte al
representante del poder político. Se reunió la
Convención Nacional en Ambato y se dictó la Segunda
Carta Política, que confirmó la existencia
indispensable del Poder Militar como garantía para la
supervivencia del Estado.

De 1830 a 1845, la vida republicana está marcada
por una gran influencia militar, influencia que se
justificó plenamente, como ya lo hemos analizado. El
período floreano concluyó el 6 de marzo de 1845 con
la revolución marcista, revolución marcada por un
profundo signo nacionalista y civilista y de una gran
oposición a la degradación del poder que a lo largo
de quince años Flores había acumulado.

CAPITULO VII

El Nacionalismo y el
Poder Militar Nacional

A partir del 6 de marzo de 1845, y con el tinte
eminentemente nacionalista de la revolución, se produjo el
relevo de los mandos, unidades y soldados venezolanos y
colombianos, que en gran cantidad permanecieron aún en las
filas de nuestro ejército, así lo confirman
también los manifiestos a la nación de Vicente
Rocafuerte, quien dice que, de las tres Comandancias Generales,
la de Cuenca es patrimonio de un General venezolano, la del
Guayas de un General irlandés, la de Pichincha de un
General inglés. De los quince Generales que existen en la
República, doce son extranjeros y tres son
nacionales.

Sin embargo como ya fue analizado, el término
militarismo no se ajusta a una descripción exacta de la
presencia militar en el país y a su influencia y
contribución a la formación del Estado. En el
período de 1845 a 1859, en que José María
Urvina ejerció el mando militar y civil, se iniciaron en
el Ecuador grandes transformaciones sociales.

En efecto, su preocupación fue constituir un
Poder Militar fortalecido, con un ejército profesional y
estructurado, pues él define al Ejército como
"la porción de patricios que se privan de las dulzuras
y consuelos del hogar doméstico y se someten al yugo de
las privaciones, de las fatigas y de los peligros de la carrera
de las armas, para velar por la conservación de la paz,
para sostener las libertades públicas, para garantizar la
vida y las propiedades de sus compatriotas
".

1. El caudillismo amenaza la
República

El 14 de octubre de 1856, concluyó el gobierno
del General José María Urvina, le sucedió el
General Francisco Robles, proyectándose éste como
caudillo en el poder.

El caudillismo en el Ecuador constituye una
prolongación del caciquismo, del que sólo se
diferencia en que se expresa a nivel nacional superando el
ámbito provincial o regional. Concepto que ha sido
considerado por cuanto, a partir del gobierno de Urvina, sus
sucesores son caudillos militares que han sido elevados al poder
y han frustrado generalmente las esperanzas de los
ideólogos y de los patriotas.

Algunos gobiernos que rigen el Ecuador a partir de 1856
se ajustan a estos conceptos, ellos, con apoyo de su "propio"
ejército, degradan al Poder Militar y conspiran unos
contra otros, creado el clima más oscuro en la
república del siglo XIX, período que se
inició el año de 1856.

CAPITULO VIII

La
consolidación de la nacionalidad y reformismo
militar

Después de la campaña de Guayaquil y de
los tristes acontecimientos que la antecedieron y causaron, surge
la figura del doctor Gabriel García Moreno. Había
negociado con el enemigo para derrocar a Urvina y Robles en
Jambelí, permitiendo y negociando también el
bloqueo a Guayaquil y su consecuente invasión, actitud
cuestionada por la historia, pero luego aparece como el
reformador de la república y consolidador de nuestra
nacionalidad. Su férrea personalidad ya estaba
predestinada para reconstruir la patria y encaminarla hacia el
progreso, apoyándose firmemente en el poder Militar. Este
hombre de osadía extrema, a su retorno a Quito,
después de "romper sus relaciones con Castilla y con el
General Franco, fue apresado en Riobamba por el capitán
Santiago Palacios, que le pidió renunciar al gobierno. La
respuesta fue un rotundo "jamás", Palacios le
encerró y dispuso su fusilamiento para el amanecer, pero
García Moreno, a la media noche advirtiendo que la tropa
estaba embriagada, logró escapar; consiguió una
patrulla leal por los alrededores; regresó, asaltó
el cuartel y fue él quien hizo fusilar al capitán
Palacios.

Sin embargo, mientras se desarrollaba este proceso, las
aventuras de Tulcán y de Cuaspud, por no estar fortalecido
aún el Poder Militar y no contar con los pertrechos
suficientes, constituyeron una humillación para el
Ejército y la patria. Se expuso a las armas de la
república a la peor degradación, ya que estas
batallas no eran entre dos naciones enfrentándose a vengar
injurias a lo sagrado de la nacionalidad, sino entre dos hombres
que manejaban soldados. García Moreno comprendió
perfectamente que para garantizar la vida de república era
necesario considerar en el programa de consolidación de la
misma un brazo capacitado, fuerte y organizado, de manera que
pudiera conjurar las amenazas de invasión externa y de
subversión interna. Por este motivo, en la
reorganización militar que emprendió puso
énfasis en dos objetivos. En primer lugar
"despolitizar las Fuerzas Armadas, elevando su nivel de
profesionalización y realizando una "purga de
indeseables
". La segunda meta fue alcanzar el mayor nivel de
tecnificación posible, lo cual supuso, no solamente, la
compra de armamento moderno y el establecimiento de mayor rigidez
en la organización y en los ascensos, sino también
la necesidad de elevar tanto la instrucción general de la
tropa y de los oficiales, como su capacitación
especializada.

Urvina y Robles habían organizado desde Lima un
movimiento revolucionario que llegó a Guayaquil donde
dadas estas circunstancias, y luego de otorgarse por decreto el
título de Comandante en Jefe del Ejército,
García Moreno viajó a Guayaquil y en solo tres
días llegó al puerto dispuesto a enfrentar
personalmente la amenaza. Luego de arrendar el buque mercante
"Talca", de bandera inglesa, partió tras los
revolucionarios que se dirigieron a Jambelí, y les dio
alcance el 26 de junio a las 9:30 horas. El combate conducido por
el Coronel Juan Manuel Uraga, egresado también de la
escuela náutica, al igual que Urvina y Robles,
y
dirigida por el propio García Moreno concluyó con
la derrota de las fuerzas revolucionarias, que fueron capturadas
y sus hombres ejecutados luego de que sus naves fueron tomadas
por abordaje. La ejecución de los vencidos fue ordenada y
presenciada por el propio García Moreno.

La Jefatura Suprema y las dos presidencias
constitucionales de García Moreno llevaron al país
a un elevado nivel de progreso y desarrollo. Reformó la
República y gobernó en beneficio del país.
Indiscutiblemente, con la base del Poder Militar.

García Moreno estableció las bases de la
legislación militar. El 5 de marzo de 1869, se
aprobó el proyecto del Código Penal Militar. El 18
de marzo de 1870, el código de enjuiciamientos en materia
militar. En clara concepción de estructurar y fortalecer
el Poder Militar, indispensable para la existencia del Estado, da
éste, un fundamento valioso para las instituciones
militares, ya que con la creación o apertura de las
escuelas de formación y con legislación establecida
está proporcionando sólido fundamento al Poder
Militar con los aspectos básicos del mismo.
Composición básica, subordinación legal,
principios de jerarquía y disciplina y carácter de
permanencia. De igual modo, se establecen los factores
específicos del Poder Militar, tales como
instrucción, adiestramiento y aislamiento,
innovación técnica y sobre todo doctrina
militar.

B. LA DESVIRTUACIÓN DEL PODER
MILITAR

El caudillismo ha sido un mal de la república y
la antítesis del Poder Militar, sin embargo, la historia
política y la historia militar tienen páginas que
escritas con las prepotencias del poder, con el autoritarismo y
la incapacidad, han hecho de este Poder un instrumento para
satisfacer la egolatría, desvirtuándolo totalmente
y colocando a la república próxima a la tercera
etapa de su ciclo vital.

Un caso existe en nuestra historia y es el protagonizado
por el General Ignacio de Veintemilla, conocido como "el mudo", o
"Ignacio de la Cuchilla" como lo bautizó Juan Montalvo,
este caudillo que había servido en el Ejército
Convencional de García Moreno, asumió el poder el 8
de septiembre de 1867 al proclamarse en Guayaquil Jefe Supremo y
Capitán General de los Ejércitos de la
República, con el apoyo de la oligarquía
guayaquileña, desconociendo al gobierno constitucional de
Antonio Borrero que había sucedido a García Moreno
después de su asesinato.

Quito fue el escenario de los primeros enfrentamientos,
las fuerzas liberales y conservadoras se habían unido para
luchar contra el tirano. En Quito surgió nuevamente la
figura de la "generala" doña Marieta de Veintimilla,
sobrina del tirano, que condujo a las tropas de su tío
cuando se proclamó dictador; se puso al frente del
ejército que sostuvo al gobierno, fue derrotada y
encarcelada. En Guayaquil plaza fuerte del General, fue cercado
su ejército por el de Eloy Alfaro, que venía
victorioso de Esmeraldas y Manabí y por el ejército
restaurador que comandaba el General José María
Sarasti. El acuerdo liberal conservador concluyó con el
licenciamiento de las tropas de Alfaro y el lógico
debilitamiento del líder.

1. Combate Naval de Jaramijó

Luego de las batallas que el 9 de junio de 1883 pusieron
fin en Guayaquil al gobierno dictatorial del Gral. Ignacio de
Veintemilla, los triunfadores (liberales y conservadores),
organizaron una Junta de Gobierno o "Pentavirato" que
convocó a una Convención Nacional, que reunida en
Quito eligió, en octubre de ese mismo año, al Dr.
José María Plácido Caamaño para el
cargo de Presidente de la República, iniciándose
entonces en el Ecuador el período llamado del
"Progresismo".

Al principio el Presidente Caamaño contó
con el respaldo y la colaboración de todos los partidos
políticos que lo habían llevado al poder,
incluyendo al liberal, pero al poco tiempo se identificó y
rodeó solamente con los conservadores y rechazó
todo diálogo con los liberales, por lo que éstos,
luego de protestar y no ser escuchados, pasaron a la
oposición e iniciaron de inmediato los primeros
movimientos revolucionarios.

Inicialmente los liberales sufrieron algunas derrotas
por parte del ejército regular, por lo que muy pronto
tuvieron que suspender la lucha y el Gral. Alfaro debió
abandonar el país con destino a Panamá; pero al
poco tiempo recibió la ayuda económica y moral de
Luis Vargas Torres y de todos los ecuatorianos identificados con
los postulados liberales, gracias a la cual fue posible comprar y
armar el buque "Alajuela", en el que se reanudó la lucha
en contra del gobierno de Caamaño.

A mediados de noviembre de 1884, a la altura de Tumaco
(Colombia), el "Alajuela" hizo huir al buque gobiernista "9 de
Julio", y pudo llegar a Esmeraldas el día 23. Cuatro
días más tarde se produjo el combate de
Charapotó que también fue favorable a los
revolucionarios liberales, pero el día siguiente fueron
derrotados en Portoviejo, por lo que tuvieron que retirarse a
Bahía de Caráquez.

Nuevamente a bordo del "Alajuela" los liberales se
prepararon para continuar hostilizando a las naves del gobierno,
y entre el 5 y 6 de diciembre de ese mismo año, frente a
las playas de Jaramijó, al este de Manta, la nave
revolucionaria enfrentó nuevamente al "9 de Julio", que
venía acompañado por el "Huacho", también
perteneciente a las fuerzas del gobierno.

Esa noche Alfaro fue protagonista de una desesperada y
terrible batalla naval. Con tropas muy inferiores en
número y armamento decidió enfrentar heroicamente a
sus enemigos. Ya la tripulación estaba advertida de que la
lucha sería desigual, y el comandante Andrés
Marín y la oficialidad tenían instrucciones
precisas de cuál sería la acción a tomar en
caso de no poder lograr la victoria. ¿Cuál es su
plan, general…?. Volaremos el buque antes de caer
prisioneros… ¿entendido?.

Trabados en desigual combate, la oscuridad de la noche
favoreció la estrategia planeada por los revolucionarios
que lograron abordar al "Huacho" que transportaba más de
cuatrocientos soldados gobiernistas, la mayoría de los
cuales fueron capturados y llevados a bordo del "Alajuela"; fue
entonces que hizo su aparición, como una sombra, el "9 de
Julio", escupiendo fuego y plomo y barriendo la cubierta de la
nave revolucionaria con nutrido fuego de
ametralladoras.

La situación se volvió desesperada y
terrible, el estruendo de los disparos se mezclaba en
fúnebre armonía con el chasquido de los metales al
chocar los sables y los machetes; los gritos de aliento y los
estertores de muerte. Entonces, y en cumplimiento con lo
acordado, una terrible explosión sacudió de popa a
proa la débil estructura del "Alajuela".

Así, herido de muerte, "iluminado por las
llamas que devoraban la cubierta desde la mitad del buque hacia
la popa, continuó tranquilo su marcha a la playa; nadie
nos persiguió, ni ademán hizo el enemigo de
intentar aproximarse a nuestro volcán flotante. Hubo
instante que pareció se desencadenaba una sangrienta
tragedia a bordo, por el interés de los botes; en el acto
restablecí felizmente el orden, y nuestro vapor
prosiguió su marcha hasta varar con marea creciente en la
playa, entre Crucita y Jaramijó. Así terminó
el Pichincha (nombre con el que el Gral. Alfaro había
bautizado a la nave) su gloriosa carrera, llevando a bordo un
número de prisioneros tres o cuatro veces mayor que el de
sus aprehensores, como trofeo inmarcesible de cuatro horas de
lucha desigual. El combate principió antes de la
medianoche y calculo que terminó como a las cuatro de la
madrugada" (Eloy Alfaro.- Narraciones Históricas, p.
261).

C. EL PODER MILITAR EN LA REVOLUCION
LIBERAL

La revolución liberal surgió de la
voluntad popular para oponerse a la tiranía y a la
represión que ejercían los poderosos. Se
inició con la expedición de "El Alhajuela" sobre
las costas de Manabí y la proclamación como Jefe
Supremo del "Viejo Luchador" en su tierra natal el 15 de
noviembre de 1884.

Al grito de "viva Alfaro", las montoneras
revolucionarias se generaron por todas partes, grupos liberales
en Ambato, Latacunga, Tulcán, Vinces, Balzar, donde la
república parece minada por Alfaro. En Esmeraldas,
organizó una división revolucionaria al mando de
Vargas Torres, Alfaro en el "Alhajuela" se dirigió rumbo a
Manabí para establecer su cuartel general en
Charapotó.

El caudillo organizó su ejército
así: el Coronel Francisco Dueñas (chingas); columna
volante de 40 jinetes a las órdenes del Comandante Celso
Giber; batallón "Esmeraldas" bajo la dirección de
los Comandantes Amador Rivadeneira, Carlos Otaya y Mayor Medina.
La ametralladora a cargo de los Sargentos Mayores
Sepúlveda y Vengochea y del Coronel Fidel Andrade, el
batallón "Pichincha" al mando del Coronel Medardo Alfaro y
Zenón Sabando, guardaparque, el Comandante Ciro
Dueñas, secretario privado doctor. Adolfo Pinillos,
ayudantes Mayor Guzmán y Capitanes Agustín
Solórzano y Rafael A. Palacios; cirujano doctor Manuel
Jervis, individuo entregado a la crápula y que
tenía su residencia en Riochico, se enfrentó el
primero de diciembre de 1884 al ejército convencional de
la provincia de Manabí; las fuerza del gobierno vencen a
los revolucionarios y Alfaro se retiró a Charapotó
para rehacerse de su derrota. Esta acción bélica
fue el inicio de una campaña revolucionaria y montonera
que condujo al poder a uno de los más grandes hombres en
la historia de la patria.

La pasión política ha analizado a
través de sus críticos la Revolución
Liberal, la justifican plenamente los simpatizantes y la atacan
apasionadamente sus detractores. La Revolución Liberal es
el hecho histórico más importante en todos los
tiempos de la República.

Eloy Alfaro, volvió a Panamá para
continuar la organización de su lucha armada, que
requería de una victoria de mayor importancia militar que
aquella que logró en sus primeros intentos. En el Ecuador,
los montoneros alfaristas desarrollaban una extraordinaria
campaña en base de guerrillas. El 4 de junio el pueblo
guayaquileño asaltó los cuarteles e
insurreccionó a la plaza, para el 5 de junio de 1895
proclamar a Eloy Alfaro Jefe Supremo de la República y
General en Jefe del Ejército. Alfaro llegó a
Guayaquil el 18 de junio, se hizo cargo de la Jefatura Suprema,
puso en vigencia la Constitución de 1878 y organizó
su ejército, en su gobierno una fuerza militar que le
permita desarrollar el poder político y el poder
nacional.

Su origen social le hace popular en sectores sociales
cansados de familias predestinadas al mando; su origen
costeño le convierte en el portavoz de los intereses de la
región; y su competencia militar le acredita como el jefe
más idóneo para dirigir la guerra civil que ha de
venir. Dos etapas desde el punto de vista militar han de
estructurarse en la revolución liberal, la primera que
inició Alfaro con los movimientos insurgentes durante 30
años, guerrilla organizada, insurrección armada que
enfrentó al gobierno legalmente constituido, nada tiene
que ver ni se parece a un poder militar. Las montoneras
alfaristas carecen de todos los fundamentos para ser poder
militar; los recursos humanos están constituidos por los
más variados elementos, cuerpo heterogéneo sin
experiencia militar alguna, si mandos capacitados y sin
formación militar.

La segunda etapa de la revolución liberal, desde
esta óptica, se inició el 5 de junio de 1895 con la
proclamación de Eloy Alfaro como Jefe Supremo y General en
Jefe del Ejército. En esa fecha representó el poder
político y es quien dirigió el poder nacional,
estaba también al frente del poder militar y, que antes
del 5 de junio no está constituido en Alfaro, ya que
existe el Ejército constitucional, cuyo Comandante fue el
General José María Sarasti y representaba al Jefe
de Estado y a la República.

Si bien es cierto que el ejército liberal en el
inicio de la guerra civil en Junio de 1895 es un ejército
incipiente, durante el fragor de la campaña va acumulando
experiencia bélica y desarrollando a través de ella
los factores específicos que dan a una fuerza armada el
carácter de poder, la incorporación de Leonidas
Plaza Gutiérrez, que ostentaba el grado de General en la
República de El Salvador y que encontraba sirviendo con el
grado de general de División en el ejército de
Costa Rica, da al ejército liberal la "capacidad de sus
mandos".

El 14 de agosto, las fuerzas de Eloy Alfaro se
enfrentaron a las del conservador General José
María Sarasti cerca de Riobamba, lugar donde se da la
célebre batalla de "Gatazo". El mismo día en el
"Socavón", cerca de Ambato, eran derrotadas las fuerzas
conservadoras. El General Eloy Alfaro luego de su victoriosa
campaña entró a Quito el 1ro. de septiembre de ese
año.

A partir de 1896, en la búsqueda de la
consolidación del gobierno liberal, se dan algunos
combates en los que el ejército de Alfaro enfrentó
a las facciones del ejército conservador. Con la
Revolución Liberal, además de las transformaciones
sociales de profunda resonancia en la historia republicana y de
los grandes cambios en el campo económico, se producen
también profundas reformas militares, que Alfaro ejecuta
con el objetivo de dar a la República un poder militar
fortalecido, capaz de constituir la real expresión de un
poder nacional también fortalecido.

La Revolución Liberal es un acontecimiento basado
y fundamentado en el poder militar. Las transformaciones
radicales no hubiesen podido ejecutarse ni mantenerse sin la
presencia de la fuerza armada como brazo firma de la
revolución. Alfaro es uno de los más grandes
generales de nuestra historia y el modernizados institucional del
Ejército y la Armada del Ecuador, pues él,
a través de la fundación de la Escuela Superior
Militar y de la Escuela Naval
, de la aprobación de
leyes y decretos que establecen la academia de Guerra, las
escuelas de clases y otros institutos y mediante la
contratación de las misiones militares chilenas, da una
estructura completamente nueva al Poder Militar, estructura que
ha servido de base del mismo hasta nuestros
días.

La revolución liberal es el acontecimiento
social, económico y militar de mayor trascendencia de la
historia ecuatoriana; en lo social y económico por las
radicales transformaciones analizadas y conocidas perfectamente;
en lo militar, por cuanto ésta se guía y se
sostiene en el poder militar estructurado y organizado para
alcanzar el objetivo propuesto. Efectivamente, es el poder
militar la columna vertebral de la única y
auténtica revolución realizada en el país,
pues para entonces ya estaba fortalecido, como fue demostrado en
1910 cuando Alfaro marchó a las fronteras de la patria.
Aquella fue excelente demostración de cómo el poder
militar fortalecido es la única garantía para la
seguridad y supervivencia del Estado.

CAPITULO IX

Intervenciones
rectificadoras de las Fuerzas Armadas

1. El poder militar frente del poder
político

El 28 de enero de 1912, cuando muere asesinado Eloy
Alfaro, el General Leonidas Plaza se convierte en el
árbitro del Partido Liberal y en su "gran elector", con la
colaboración del Gerente del Banco Comercial y
Agrícola de Guayaquil, Francisco Urbina Jado".

La posición de Plaza profundizó más
la grave escisión del Partido Liberal, que se
manifestó con la revolución armada de Flavio Alfaro
en Esmeraldas, a raíz de la muerte del Presidente
Víctor Emilio Estrada, contra el Gobierno de Carlos Freile
Zaldumbide, que le sucedió constitucionalmente
después de su muerte. Leonidas Plaza fue colocado al
frente del Ejército Constitucional para combatir la
insurrección de Flavio Alfaro, que sofocada luego de los
sangrientos combates, Plaza se proyectó hacia su segundo
mando constitucional, durante el cual enfrentó una de las
revoluciones de la historia ecuatoriana, la del Coronel Carlos
Concha Torres en Esmeraldas.

La oposición armada contra los liberales por
parte de liberales solamente concluyó con el Gobierno de
Plaza, al que sucedió el doctor Alfredo Baquerizo Moreno.
En 1920 asumió el Poder el doctor José Luis
Tamayo.

A raíz de la crisis desatada por la Primera
Guerra Mundial, el negocio del cacao descendió
notablemente, afectando en forma clara a la economía del
Ecuador, disminuyendo el nivel de vida de los ciudadanos que
tenían ingresos fijos y el pueblo fue hundiéndose
en el hambre y la miseria. Esta situación fue aprovechada
por los anarquistas y comunistas que tenían dominio sobre
la asociación de cacaoteros e influían en la
conducta pacífica de la Confederación Obrera del
Guayas (COG) y aprovechándose de la situación de
angustia existente entre los necesitados, crearon otra
organización no gremial, sino revolucionaria, llamada
Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana,
FTRE.

En lo político, el Partido Conservador, miembros
del bipartidismo de la época, provocó una
insurrección armada contra el gobierno liberal. En el
año 1924 concluía el período presidencial
del doctor Tamayo.

A pesar de la promesa del gobierno, que nunca se
cumplió, de no tener candidato oficial, del día de
la elecciones se multiplicaron los votos a favor del doctor
Gonzalo S. Córdova, quien ausente en Venezuela triunfo en
las mismas, por un descarado fraude electoral, el pueblo
comenzó a expresar la necesidad de una
transformación política y económica que
sólo podía ser ejecutada por lo único
rescatable que tenía el país; su poder militar. Se
originó así la primera intervención
institucional de las Fuerzas Armadas en la vida política
del país.

2. La revolución juliana (9 de julio de
1925)

El 31 de agosto de 1924, se posesionó como
Presidente Constitucional de la República el doctor
Gonzalo S. Córdova, ante la esperanza y expectativa del
pueblo que, dada su brillante trayectoria política,
veía en él la posibilidad de redención a sus
problemas; sin embargo, casi inmediatamente las expectativas
populares se disiparon.

Después de este período de honda
depresión política se sintió el peso del
abrumador despotismo de la bancocracia, durante once años,
en los cuales. Por múltiples motivos, la economía
de la república y sus finanzas cayeron hechas
trizas.

Entre los políticos de oposición, el
analista económico financiero, Luis Napoleón Dillon
señalaba que "… el origen de los males de la patria
estaba, principalmente en el Banco Comercial y agrícola y
su política financiera, ruinosa para todos, en los
gobiernos que él, de acuerdo con el general Plaza,
había hecho, de Baquerizo a Córdova".

Las razones de la grave crisis fueron señaladas
por los expertos y analistas de la época en estos
términos: la inconvertibilidad del billete, las emisiones
sin respaldo y la inflación, como causas principales, y,
como secundarias, la especulación, el abuso del
crédito, la super importación, el desnivel de la
balanza de pagos y la falta de control sobre los bancos. Ante los
motivos de la crisis se presentaron como únicas
alternativas de solución las siguientes:

  • 1) La destitución inmediata del Gobierno
    constituido,

  • 2) La liquidación de la influencia
    absorbente del General Leonidas Plaza, quien "ponía y
    quitaba presidente y ministros" y también de Urbina
    Jado; y,

  • 3) La liquidación inmediata del Banco
    Comercio y Agrícola de Guayaquil

Esta era la solución que sólo la capacidad
moral y material del poder militar podía poner en
práctica en el país. Como hemos analizado, el
Ejército ecuatoriano constituyó durante los
primeros años de la historia republicana la base
sustancial del Poder Militar, sin embargo, su falta de
institucionalización fue la consecuencia de la defectuosa
formación política del estado ecuatoriano, y la que
le condujo a permanentes enfrentamientos contra la fuerzas de los
caudillos.

La profesión no se aprende en academias y los
ascensos no se producen por antigüedad, estudios y pruebas
de aptitud. El militar de la época se autoeduca en la
ciencia de las armas mediante la experiencia práctica
adquirida en los campos de batalla, y en las montoneras
revolucionarias. Sin embargo, el Poder Militar, en las formas
analizadas, siempre estuvo presente en la historia de la patria
como expresión y brazo armado del poder
nacional.

La institucionalización de las Fuerzas Armadas en
el sentido estricto de la palabra se inició con la
fundación del Colegio Militar y de la Escuela Naval
por Eloy Alfaro
, en 1899 y 1911. La presencia de la primera
Misión Militar Chilena, en el año 1902, dio un giro
trascendental a la formación de los oficiales del
Ejército y de la Marina de Guerra del
Ecuador.

El proceso de organización e
institucionalización del Ejército se
completó con la especialización de jóvenes
oficiales en las escuelas militares de América y Europa;
pero fue a partir del año 1922, con la llegada de la
primera misión italiana, el 22 de mayo de ese año,
que se dio una profunda y verdadera profesionalización al
ejército ecuatoriano, fundaron las escuelas de armas y la
academia de Guerra del Ejército; se dictaron cursos de
ingeniería y se graduó a los pioneros de la
aviación militar.

Cabe destacar que, a partir de la fundación de la
Escuela Militar, el pensamiento y la filosofía de los
oficiales del Ejército sufrieron una importancia
transformación, deja el oficial de ser político y
tiende a ser esencialmente profesional, y se deja de asignar
grados por participaciones en las guerras civiles.

Las primeras promociones de oficiales egresados de la
Escuela Militar se encontraron con este ambiente diferente y
alejado de su formación profesional, los oficiales
inferiores ponían alguna preocupación por
instruirse, los jefes en su mayoría carecían hasta
de rudimentarios conocimientos generales, no pocos militares,
aún de conocimientos elementales.

Analizada la situación el país en sus
partes más destacadas y en las cuatro expresiones del
poder nacional, determinaremos los hechos que provocaron la
primera intervención institucional de las Fuerza Armadas.
No quedaba otro recurso que la fuerza para arrancar al
país de las fauces de la fiera que lo venía
devorando desde años atrás; y la revolución"
de arriba para abajo", que no se la quiso hacer a pesar de las
advertencias terminantes hechas en cierta histórica
entrevista, hubo de hacerse de "abajo hacia arriba", y el 9 de
julio de 1925 fue un hecho.

Fue en Quito, en el interior del grupo de
artillería "Bolívar, el 25 de octubre de 1924
cuando un puñado de jóvenes oficiales se reunieron
y hablaron de las desgracias de la patria y de los posibles
caminos para salvarla. Sus miembros serían preferentemente
jóvenes, seleccionados con mucho rigor conformaron una
liga que tenía fines de reconstrucción en lo
político, en lo económico, en lo social y en lo
militar.

En la tarde del 9 de julio de 1925, grupos de soldados
armados salieron a las calles de Guayaquil, en busca de las
principales autoridades y de sus propios jefes para detenerlos.
La liga había iniciado al frente del Poder Militar la
primera intervención rectificadora de las Fuerzas Armadas.
Fue el Mayor Idelfonso Mendoza quien lideró en Guayaquil
el movimiento, que al tener inmediata repercusión en Quito
y en el resto del país concluyó con el
derrocamiento del régimen de Gonzalo S. Córdova y
con la instalación de la Junta Suprema Militar,
constituida por jóvenes oficiales y de la Junta de
Gobierno Provisional, conformada por destacados elementos
civiles. El movimiento se ejecutó con honor, valor y
patriotismo, sin derramar una sola gota de sangre
ecuatoriana.

En esta oportunidad, el Poder Militar, por su propia
decisión y sin obedecer a caudillo alguno o a las grandes
oligarquías, intervino en la política del
país para rectificar el curso de la historia y salvar a la
República de las garras de la plutocracia, de la
bancocracia, de la ambición y de la incapacidad de los
políticos de la época y para conducir al Estado
ecuatoriano por rumbos de transformación y progreso. El
movimiento contó con el respaldo patriótico de todo
el país, como puede constarse en los documentos que se
publicaron en ese tiempo. La transformación
socio-económica del país que se inició con
la intervención del Poder Militar el 9 de julio de 1925 y
terminó el 24 de agosto de 1931, con la renuncia del
doctor Isidro Ayora.

La Revolución Juliana, intervención
rectificadora del Poder Militar, fue mayoritariamente respaldada
y apoyada por el pueblo ecuatoriano, porque el pueblo, que ha
recorrido ya 100 años de vida republicana, sabía
que la única fuerza que le quedaba a la patria para salir
de la crisis, era la fuerza moral que le proporcionaba su Poder
Militar. Las manifestaciones públicas de respaldo al
movimiento, expresadas por eminentes personalidades y de
instituciones respetables de la república, justificaron
plenamente la intervención y la calificaron en sus
verdaderos términos: "nacional", "depuradora",
"magnífica", "de esperanzas", "idealista",
"patriótica", etc.

La Revolución Juliana de 1925 constituye la
primera intervención de la Fuerzas Armadas con el
propósito de introducir reformas a la organización
de país. En estos seis años que comienzan el 9 de
julio de 1925 y terminan el 24 de agosto de 1931, como se vio
antes, por primera vez, el Estado establece ciertos controles
sobre la ""empresa privada"" se reconocen algunos derechos de los
trabajadores y se libera a la autoridad pública del
dominio de la "bancocracia" guayaquileña representada por
el Banco Comercial y Agrícola.

Las transformaciones sociales y económicas que se
dieron en el país como consecuencia de la
revolución juliana permitieron enrumbar al Ecuador y
proyectarlo hacia el futuro, fue el Poder Militar el brazo
ejecutor de este movimiento salvador, que con su capacidad y
patriotismo una vez más, salvo de la regresión y
muerte al Estado Ecuatoriano.

3. El gobierno del General Alberto Enríquez
Gallo

En 1925 tuvo importante participación en la
Revolución Juliana que culminó con el derrocamiento
del gobierno del presidente Dr. Gonzalo S. Córdova, y
posteriormente, en agosto de 1932 participó también
en la "Guerra de los Cuatro Días", que se produjo cuando
el señor Neptalí Bonifaz, luego de ser elegido
legalmente como Presidente de la República, fue
descalificado por el Congreso e impedido de ejercer dicho cargo,
aduciendo que era de nacionalidad peruana, un sacrilegio por
aquellos días.

El General Enríquez, convertido en el hombre
fuerte del gobierno interino del doctor Alberto Guerrero
Martínez, su intervención fue determinante para que
el Dr. Juan de Dios Martínez Mera triunfe en las
elecciones presidenciales de 1932.

Por esa época, su poder militar y político
aumentó de tal manera, que en 1935, luego de que el Dr.
José María Velasco Ibarra se "precipitara sobre las
bayonetas", presionó para que el Dr. Antonio Pons,
Encargado del Poder, presente ante el ejército la renuncia
a sus funciones.

Entonces y para aprovechar el momento político
que atravesaba el país, ejerció toda su influencia
con el fin de que el poder le sea entregado a su padrino de
bautizo, el Ing. Federico Páez, quien lo ascendió
al grado de General y lo nombró Ministro de
Defensa.

En 1937, al instalarse en Quito la Asamblea Nacional
Constituyente descubrió que el Ing. Páez estaba
maniobrando hábilmente para que dicha asamblea lo elija
Presidente Constitucional por cuatro años. Esto no le
agradó y el 22 de octubre de ese mismo año,
contando con el total respaldo del ejército,
disolvió la Asamblea Constituyente y se proclamó
dictador.

Tuvo entonces el buen tino de seleccionar adecuadamente
a sus colaboradores, e inició con su gobierno un
período de paz y progreso que fue muy beneficioso para el
país. Expidió leyes y decretos de gran importancia
como el Código del Trabajo, la Ley de Asistencia Social,
la Ley de Matrimonio Civil y el Código de Menores. Dio
además amplias garantías a los perseguidos
políticos e impulsó la creación del Museo y
del Archivo Nacional.

El General Enríquez, durante su breve
administración (octubre de 1937 a agosto de 1938), dio
pruebas de mayor capacidad civilista que el civil Federico
Páez. Evidentemente, Enríquez no se
desempeñó como un estadista de experiencia, pues no
la tenía. Pero su gran intuición y magnífica
voluntad le hicieron gobernar bien y con anhelos de progreso.
Tuvo algunos consejeros sagaces. Y aunque por la inexperiencia y
la brevedad de su tránsito por el poder cometió
errores, el balance le es, no hay duda, favorable" (A. Pareja
Diezcanseco.- Ecuador: Historia de la República, tomo III,
p. 83
).

Consciente de que la única misión de los
militares es la defensa de la patria y la Constitución, y
de que el país debía retornar rápidamente al
régimen democrático, a mediados de 1938
convocó a una nueva Asamblea Constituyente, y el 10 de
agosto, ante dicha asamblea entregó el poder de la
República.

La historia del Ecuador ha identificado al gobierno del
General Alberto Enríquez G., como uno de los más
progresistas del siglo XX; en él reconoce también
la capacidad del Poder Militar y su vocación para el
servicio a los más caros intereses de la
República.

4. La Junta Militar de Gobierno 1963-1966

Se inició el 11 de julio de 1963, cuando los
jefes de las tres ramas militares: Capitán de
Navío Ramón Castro Jijón, Comandante General
de Marina
; Coronel Luis Cabrera Sevilla, Comandante General
del Ejército; y Teniente Coronel Guillermo Freile Posso,
de la Fuerza Aérea; junto con el Senador Funcional por las
Fuerzas Armadas, Coronel Marcos Gándara Enríquez,
desconocieron al deteriorado gobierno constitucional del Dr.
Carlos Julio Arosemena Monroy y proclamaron una Junta Militar de
Gobierno.

No hubo reacción inmediata contra el cambio de
sistema, por el contrario, la Junta Militar de Gobierno fue
aceptada como una posible solución a los problemas
nacionales. Los primeros pasos de la Junta fueron bien
encaminados y el país logró un préstamo
internacional con el que se puso en ejecución el llamado
"Plan Vial Quinquenal" 1964-1968, destinado a mejorar las
carreteras tomando en consideración las diferentes zonas
de producción económica; se propugnó a una
"Reforma Tributaria" en base a la unificación de impuestos
y a un mejor control de rentas; se dictó la "Ley de
Reforma Agraria" y se creó el Instituto Ecuatoriano de
Reforma Agraria, IERAC; finalmente, en el campo de la
educación se inició un plan de construcciones
escolares y se asignaron recursos para desarrollar los programas
de alfabetización y educación para
adultos.

Pero no todo fue feliz, pues la buena voluntad de los
militares se vio obstaculizada por su poca capacidad ejecutiva;
pero 1964, fue un año que le ocasionó graves
trastornos a los gobernantes, sobre todo los que fueron
consecuencia de los problemas socio-económicos por los que
atravesaba el país, que produjeron los primeros brotes de
oposición contra el sistema. Ante esta situación la
Junta tuvo que dictar una serie de medidas que produjeron un
grave impacto en las fuerzas de la producción y el costo
de la vida sufrió un notable incremento.

Al iniciarse 1966 y conocer el país la magnitud
del déficit presupuestario, la protesta y el rechazo al
régimen empezó a crecer en todo el territorio
nacional y una ola de paros, huelgas, reclamos y manifestaciones
brotó en todas las ciudades ocasionando un clima de
incertidumbre. El 30 de marzo los gobernantes abandonaron el
Palacio de Gobierno, y por intermedio del Gral. Telmo Vargas,
Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, ante la presencia de
los ex Presidentes: Galo Plaza Lasso y Camilo Ponce
Enríquez entregaron el mando supremo de la
República al señor Clemente Yerovi Indaburu,
poniendo fin a la que posiblemente fue la más accidentada
intervención de las Fuerzas Armadas en la vida
política del Ecuador.

5. El Gobierno Nacionalista y Revolucionario de las
FF.AA.

Luego del interinazgo del Dr. Otto Arosemena
Gómez, fue elegido Presidente Constitucional de la
República, por voto popular, el doctor José
María Velasco Ibarra, quien asumió por quinta
ocasión la Primera Magistratura del país, el 1ro.
de septiembre de 1968. Ante esta situación y con una
verdadera y sana intención de redimir a la
república, Velasco Ibarra, con el respaldo de las Fuerzas
armadas, desconoció la Constitución y rompió
el Estado de Derecho el 22 de junio de 1970.

Las relaciones del poder político con el Poder
Militar, que sustentaba el régimen, fueron llegando a un
franco deterioro, debido a la prepotencia, al abuso de facultades
y al exceso de autoridad del Ministro de Defensa
Nacional.

La reacción inicial la protagonizó la
Academia de Guerra del Ejército, en respaldo de los altos
mandos militares y como último recurso envía una
carta al señor Presidente de la República doctor
José María Velasco Ibarra pidiéndole la
salida de su Ministro de Defensa Nacional.

La situación política que vivía el
país tomó otro rumbo; el Presidente Velasco Ibarra
anunció elecciones libres y el retorno al régimen
de derecho. El líder populista Assad Bucaram era el
posible triunfador en esos comicios y posiblemente el futuro
Presidente de la República.

Con la denominación de "Gobierno Nacionalista y
Revolucionario" se inició la gestión de las Fuerzas
Armadas, del Poder Militar al frente del poder político.
Un bien trazado plan de gobierno, en cuya elaboración
participaron profesores de la academia de Guerra del
Ejército, eminentes profesionales civiles y algunos
oficiales de las Fuerza Armadas, plasmándolo en el
documento "Filosofía y Plan de Acción del Gobierno
Nacionalista y Revolucionario del Ecuador", fue la guía y
camino por el que habría de recorrer el país en los
años siguientes.

La acción inicial del gobierno militar fue
respaldada mayoritariamente por amplios sectores de la patria. Es
posible que el desempeño dual del papel de las Fuerza
Armadas; el ejercicio del poder político y el cumplimiento
de sus funciones específicas, las hayan llevado a un
cierto grado de desprofesionalización y despertado en
algunos oficiales el "interés" por participar en la
administración, reacción que se materializó
en el condenable enfrentamiento armado del 31 de Agosto de 1975,
cuando el General Raúl González Alvear
dirigió un intento de rebelión en Quito, para
derrocarle, pero el gobierno del General Rodríguez Lara
quedó muy debilitado.

Efectivamente, el General Guillermo Rodríguez
Lara fue "relevado", el 11 de enero de 1976 por el Consejo
Supremo de Gobierno, presidido por el Almirante Alfredo Poveda
Burbano e integrado por los otros Comandantes Generales de
Fuerza.

Alfredo Poveda, lucía las insignias de
Vicealmirante cuando presidió el Consejo Supremo de
Gobierno, que junto a los generales Guillermo Durán
Arcentales, del Ejército y Luis Leoro Franco, de la Fuerza
Aérea, gobernaron al país desde el 12 de enero de
1976 hasta el 9 de agosto de 1979, continuando con la dictadura
militar instaurada por el Gral. Guillermo Rodríguez Lara
el 15 de febrero de 1972. Durante su gestión gubernativa
fue ascendido al grado máximo dentro del escalafón
militar de la Armada Nacional, convirtiéndose en el primer
Almirante de la República.

El Poder Militar, consideró que el de rectificar
estaba dado y que lo único que estaba por hacer era sentar
las bases en una estructura fuerte y estable para que el
ejercicio del poder en la república se dé en un
auténtico sistema democrático y con una efectiva
participación popular.

El primero de junio de 1976 se anunció el "Plan
de Reestructuración Jurídica del Estado", en el que
se realizaron las siguientes tareas: proyecto de una nueva
Constitución, proyecto de reformas a la Carta Fundamental
de 1945 y proyecto de la Ley de Elecciones, Ley de Partidos
Políticos y Estatuto para el Referéndum. El "Plan
Retorno" se cumplió de acuerdo a lo programado; el pueblo
acudió masivamente al referéndum y en las urnas
aprobó la "Nueva Constitución" que rige al
país.

El gobierno militar convocó a elecciones
presidenciales para el 16 de julio de 1978. En la primera vuelta
electoral fueron finalistas el abogado Jaime Roldós
Aguilera y el arquitecto Sixto Durán Ballén. El
pueblo ecuatoriano escogió en la segunda vuelta electoral,
celebrada el 29 de abril de 1979, al binomio conformado por el
abogado Jaime Roldós Aguilera y por el doctor Osvaldo
Hurtado Larrea.

El Poder Militar consciente del cumplimiento de su
responsabilidad histórica, entregó al poder a los
nuevos dignatarios el 10 de agosto de 1979. Es de justicia
recordar que los gobiernos de facto no han sido obra exclusiva de
la institución militar, que si ha intervenido en el campo
de la política para salvar su honor y evitar mayores males
a la República, ha sido impelida por la fuerza de las
circunstancias y a requerimiento de la opinión
pública, de partidos y de grupos
políticos.

Las intervenciones del Poder Militar, por lo tanto,
obedecen a una bandera y a un solo ideal. "la patria", a la que
se debe y a la que sirve con honor y dignidad. Los gobiernos
dirigidos por el Poder Militar han sido progresistas, honestos y
patriotas, han propiciado el desarrollo nacional y han
garantizado la supervivencia del estado Ecuatoriano.

6. Mediación y dirimencia en el
caos bucaramista

El papel no deliberante de unas Fuerzas Armadas exentas
de la dinámica política es una situación que
aparecería como parte del imaginario democrático
ecuatoriano, pues su acción mediadora e inclinadora de la
balanza del juego político se evidenció en la
crisis de febrero de 1997 que condujo a la caída del ex
Presidente Bucaram. En efecto, con las movilizaciones nacionales
que plantearon un extenso rechazo al desempeño gubernativo
de Bucaram, se abrieron varios escenarios conflictivos y de
crisis política que culminaron en una decisión
controvertida y sui géneris de parte del Congreso Nacional
que cesó en sus funciones al Presidente de la
República aduciendo incapacidad mental en
aplicación del artículo 100 de la
Constitución.

El efímero gobierno de Bucaram estuvo marcado por
una constante contradicción entre las promesas de
campaña electoral, sustentadas en buena parte en una
posición anti ajuste y de redistribución a los
sectores populares con las prácticas reales de
sujeción a los poderosos intereses económicos de
grupos corporativos que demandaban permanentemente el reparto del
botín político. En esa dinámica, el
círculo íntimo del ex presidente, compuesto por sus
familiares y la cúpula del Partido Roldocista,
constituyó una verdadera "mafia" especializada que
negociaba toda clase de prebendas, repartos, contratos,
asignaciones presupuestarias, puestos burocráticos e
incluso procesos de privatización que hacía
difícil establecer los límites entre el
interés público y el privado, es decir, el
país asistía absorto a la aplicación de
lógicas patrimoniales que utilizaban la institucionalidad
del Estado para satisfacer el enriquecimiento ilícito y la
corrupción en múltiples esferas de la
sociedad.

Adicionalmente, la gestión bucaramista
profundizó el conflicto étnico y regional al crear
el Ministerio de Etnias con la finalidad de fracturar al
movimiento indígena; planteo la necesidad de establecer la
convertibilidad monetaria como salida al estancamiento de la
economía, lo cual produjo largos momentos de inestabilidad
financiera e incertidumbre para los agentes económicos;
intervino políticamente en el sistema de
administración de justicia potenciando la impunidad y la
corrupción; manejó de manera populista y pintoresca
las relaciones internacionales del país, principalmente el
delicado asunto fronterizo con el Perú; desató
pasiones regionalistas al despreciar constantemente a la matriz
cultural serrana; tensionó las relaciones del gobierno
central con las autoridades seccionales por medio del uso
discrecional de las asignaciones presupuestarias; y, en
términos generales, impuso una política
espectáculo como burda salida a la crisis de
representación que venía arrastrando desde hace
años el sistema político ecuatoriano.

Esta forma de hacer política, denominada
"farandulización" del poder, trató de establecer
una estructura de poder paralela a la institucionalización
formal a través de una serie de mecanismos y pactos que
funcionaban como maquinaria de administración
política y recolección de fondos. Es por ello que a
pocos meses de ejercer su mandato, los niveles de
aceptación y legitimidad de su gobierno habían
descendido a niveles sólo comparables con el desprestigio
que alcanzaría más tarde el ex presidente
Mahuad.

Ante este veloz desgaste gubernativo que estaba
erosionando y caotizando la vida política del país,
determinados actores sociales y políticos del más
variado espectro ideológico, con distintos intereses y
demandas, incluidos los medios de comunicación y
especialmente los representantes de los gobiernos locales,
impulsaron conjuntamente una serie de jornadas de "dignidad",
protestas y movilizaciones populares que pusieron al Congreso
Nacional ante la disyuntiva de cesar en las funciones al
presidente o ser cómplices del caos y la corrupción
imperante. Una situación difícil, entre la espada y
la pared, pero que debía ser solucionada mediante un
recurso constitucional que tenía la potestad de establecer
un gobierno interino.

Luego de varios cabildeos partidarios, discusiones
jurídicas sobre quién debe ejercer la presidencia
interina que dejó fuera de juego a la ex vicepresidenta
Rosalía Arteaga Serrano, la balanza se inclinó a
favor de Fabián Alarcón, Presidente del Congreso
Nacional. En ese contexto, las FF.AA., no sólo respaldaron
la decisión legislativa y retiraron el apoyo al ex
presidente, sino que volvieron anómalas las relaciones
vico militares desde el retorno a la democracia en 1979.
Estas acciones interventoras, basadas en una percepción de
amenaza del caos, de su preocupación por la pérdida
de autoridad de las instituciones políticas y
descrédito de los civiles, de la persistente
situación de ingobernabilidad asociada al concepto de
seguridad y la necesidad de fortalecer el frente interno en una
delicada coyuntura de negociaciones con el Perú, se
convirtieron en elementos detonantes que abrieron los causes del
tutelaje y la dirimencia que a la postre los convirtió en
fuerza arbitral y decisoria en el desorden político de los
civiles.

Las FF.AA., en su acto de "dejar caer" a Bucaram
consideraron que el populismo emanado de este personaje iba a
llevar al extremo el sistema patrimonial del manejo del poder,
además de correr con el riesgo de destruir la débil
institucionalidad racional legal del Estado ecuatoriano; no
obstante, la intervención militar sobre la democracia
contribuyó a deslegitimarla, aunque hayan sido los mismos
civiles quienes invitaron a las Fuerzas Armadas a intervenir en
la crisis política, situación que por otro lado
expresa la inconsistencia de un sistema político que ha
sido incapaz de procesar la conflictividad y de diseñar
los mecanismos legítimos y confiables que actúen
como instancias arbitrales, depositarias finales de la
legitimidad del Estado de derecho, con lo cual se aleja la idea
de una democracia constitucional de contenido.

Desde esa perspectiva, no se puede negar el hecho de que
las intervenciones de las Fuerzas Armadas también son
producto de esa libre interpretación de ser garantes del
estado de derecho y la Constitución, una suerte de
árbitros finales para ordenar el caos político,
pues entran en acción cuando existe la percepción
de un derrumbe gradual de las capacidades de la política
formal para ejercer eficacia y coherencia en los gobiernos de
turno. De esta forma, la institución castrense ya sabe y
tiene muy claro que en cualquier otra situación previsible
de "vacío de poder", serán nuevamente ellos los
destinados a jugar el rol de último recurso decisivo, tal
como aconteció en el mandato del ex presidente
Mahuad.

6. Hastío y golpismo frente al
desastre mahuadista

No es exagerado afirmar que el corto gobierno del ex
Presidente Jamil Mahuad fue un desastre en todos sus sentidos.
Con excepción de la firma del tratado de paz con el
Perú en 1998, que logró sellar una compleja fase
histórica del país y nos permitió poseer a
los ecuatorianos una frontera real y delimitada tras 56
años de tensiones, guerras cortas y desconfianzas mutuas;
los desaciertos en la conducción económica del
país; la falta de decisiones rápidas y coherentes
en la aplicación de políticas sociales que
generaron una secuela de paros y movilizaciones populares en
marzo de 1999; la debilidad para establecer mecanismos de control
a las presiones corporativas del sector financiero y bancario que
desataron la mayor crisis económica en décadas y
arruinaron parte del sector empresarial; y, la reducida capacidad
para establecer diálogos constructivos con la
oposición política; constituyen, sin lugar a dudas,
algunas características del ejercicio gubernativo de
Mahuad.

La flaqueza institucional de su gobierno y de su
partido, Democracia Popular, sumada al constante chantaje
político del Partido Social Cristiano que lo había
apoyado para llegar a la presidencia, representan también
factores importantes que contribuyeron a la descomposición
social del país. De hecho, la falta de voluntad
política para frenar y sancionar la corrupción que
se había instalado en buena parte del sistema bancario, la
controvertida decisión de suspender temporalmente el pago
de la deuda externa que aisló al país
internacionalmente y generó una imagen de inviable para la
inversión; y, lo más grave, el decreto de
dolarización de la economía que lo utilizó
para mantenerse en el poder, pues el 90% de la población
rechazaba su gobierno; constituyeron factores detonantes para que
en enero del 2000, las Fuerzas Armadas, no hayan podido
sustraerse a la posibilidad de convertirse nuevamente en actores
políticos centrales ante la debacle social,
económica y política en que se encontraba el
país.

Varias fueron las preocupaciones y malestares que le
trasmitió el Alto Mando Militar al Presidente Mahuad ante
su falta de responsabilidad y ética para manejar el
destino de la nación. Incluso existió la
advertencia de que el descontento en las filas castrenses era un
asunto institucional porque los militares desde 1998 estaban
sujetos a recortes presupuestarios que afectaban su capacidad
adquisitiva; se encontraban expuestos a la pérdida de
espacios de representación en entidades públicas
que les permitía obtener algún control de los
sectores estratégicos de la economía y que les
había dotado de la capacidad de presión
corporativa; pero sobre todo, expresaron frontalmente su
oposición a un sistema político que, bajo el
pretexto de la privatización, estaba depredando los
recursos públicos sin ningún control de parte del
gobierno. Ante esa situación le invitaron a renunciar
porque no podían ser responsables de su seguridad, ya que
estaba en duda el control que podían tener sobre un grupo
de Coroneles que se habían sublevado, apoyados en esa
acción por el movimiento indígena que había
tomado el Congreso Nacional y la Corte Suprema de
Justicia.

Los resultados de todo este proceso desembocaron en la
salida de Mahuad, en la instalación de un triunvirato
cívico militar que duró apenas cuatro horas y en la
asunción del gobierno por parte del Vicepresidente Gustavo
Noboa.

Independientemente de los hechos, sean considerados por
algunos sectores como verdaderos o no, de las versiones
disímiles que se han difundido respecto a la
participación del alto mando militar en esa aventura, en
el papel central que tuvieron los Coroneles en esa
intervención y que se sintieron traicionados por sus
superiores, o, en la creencia de parte de la dirigencia
indígena de que no se puede gobernar sin este actor
político; lo cierto del asunto es que los militares
ecuatorianos volvieron a saltar a la palestra política
para provocar una ruptura constitucional mediante el golpe de
Estado, una respuesta derivada del hastío que
generó el desastre político que había
propiciado el ex presidente Mahuad.

Si en ocasiones anteriores se había recurrido a
la presencia tutelar de los militares para solucionar la crisis
de intereses y representación dentro del sistema
político ecuatoriano, en esta ocasión ellos mismos
intervinieron aduciendo que el manejo gubernativo irresponsable
estaba acabando con la poca institucionalidad estatal, la cual se
encontraba sujeta a los intereses corruptos de grupos
corporativos y partidos políticos que propiciaban el
asalto a los fondos públicos en perjuicio de la
población y de su desarrollo.

Al interior de Fuerzas Armadas, se dieron una serie de
tensiones, producto de los juicios, sanciones y retiros forzosos
a los que se vieron sometidos una gran cantidad de oficiales que
participaron en el golpe; pugnas que también expresan el
compromiso de un sector militar, especialmente la Armada
Nacional
, con un proyecto económico proveniente de
los rezagos oligárquicos costeños que deseaban ver
minimizado el papel del Estado como entidad integradora y
reguladora de la sociedad.

Existían afinidades ideológicas de los
militares ecuatorianos con los partidos de centro izquierda, en
ciertos temas, como la responsabilidad primordial del Estado en
los sectores de salud y educación; las críticas al
modelo neoliberal predador impulsado por grupos empresariales
rentistas, no modernos y poco competitivos; y, la
privatización sin transparencia de áreas
estratégicas de la economía, aparecen como temas
vinculantes en el espectro ideológico a pesar de los
eufemismos con los que la cúpula castrense ha tratado
estos temas.

CAPITULO XI

Poder Militar y
Seguridad Nacional

La Seguridad Nacional, se define de acuerdo a la Escuela
Superior de Guerra del Brasil, como "el grado relativo de
garantía que, a través de acciones
políticas, económicas, sicosociales y militares, un
Estado puede proporcionar, en una determinada época, a la
nación que jurisdicciona, para la consecución y
salvaguardia de los objetivos, existentes o previsibles". Esto se
ajusta al analizar: la presencia del Poder Militar como factor y
elemento indispensable para garantizar la consecución de
los objetivos nacionales permanentes.

Basándose en el concepto de poder nacional, la
doctrina de seguridad nacional establece que "los medios de todo
orden" de que dispone efectivamente la nación son los
medios que actúan en cada uno de los frentes de
acción. De este modo se origina el poder nacional
compuesto por el poder político, el poder económico
y el Poder Militar, todos éstos con igual responsabilidad
para alcanzar los objetivos nacionales y para
mantenerlos.

El Poder Militar, representado en sus instituciones
fundamentales, tiene la histórica responsabilidad de
salvaguardar a la república y de proporcionarle seguridad
interna y externa, así como la de contribuir con todos sus
medios y recursos al desarrollo nacional.

B. EL PODER MILITAR Y SU APORTE PARA LA CONSECUCION Y
MANTENIMIENTO DE LOS OBJETIVOS NACIONALES
PERMANENTES

1. Soberanía e integridad territorial

La soberanía, definida como "la facultad de
independencia que tienen los Estados para tomar decisiones por
sí mismos, sin ninguna subordinación a potencia
extranjera", es el primer objetivo nacional permanente del Estado
ecuatoriano, objetivo que consagra la Constitución
Política del país. Por lo tanto, es
obligación del Estado, para garantizar su soberanía
buscar el permanente fortalecimiento del poder nacional y de sus
expresiones.

El primer Estado Soberano en América
española. "El Estado Quiteño de 1812" fue
efímero en su existencia, Su ciclo vital, perfectamente
identificado, fue demasiado corto, nace con la presencia en Quito
del coronel Carlos Montúfar y con el germen fecundo de la
sangre derramada el 2 de agosto de 1810.

La independencia del yugo español no es otra cosa
más diáfana y palpable que la voluntad de
expresarse y manifestarse en un auténtico acto de
soberanía del pueblo ecuatoriano, expresión de
soberanía que sólo pudo materializarse a
través de la presencia de un Poder Militar.

La República del Ecuador nace como Estado
soberano en 1830 y a través de su desarrollo y de su vida
republicana ha podido desenvolverse con absoluta soberanía
únicamente cuando ha tenido suficiente capacidad para
respaldar sus decisiones, basada este respaldo en el Poder
Militar.

En 1941, es la demostración más cruel,
pero real, de cómo la ausencia del Poder Militar
fortalecido impidió que nuestra soberanía se
afirme. La participación del Ecuador en el Tratado
Antártico, la vigencia de la extensión de nuestro
mar territorial y el apoyo nacional a la inejecutabilidad del
Protocolo del Río de Janeiro, fue escuchado por el
Perú, son las demostraciones de la garantía que da
el Poder Militar.

El artículo 1ro. de la Constitución
establece"… El territorio es inalienable e irreductible,
comprende el de la Real Audiencia de Quito con las modificaciones
introducidas por los tratados válidos, las islas
adyacentes, el Archipiélago de Colón o
Galápagos, el mar territorial, el subsuelo y el espacio
suprayacente respectivo…"

El Protocolo del Río de Janeiro, la más
grande afrenta del Perú, redujo casi a la mitad nuestro
territorio; sin embargo, su nulidad e inejecutabilidad
exigía a la patria considerar sus territorios en los
límites y en los términos en que establece el
Protocolo Pedemote-Mosquera de 1830.

La gran tragedia nacional se inició el 5 de julio
de 1941, cuando un numeroso ejército de invasión
rompió los fuegos en nuestras fronteras e intentó
ocupar militarmente nuestros territorios. La resistencia del
Poder Militar fue realmente extraordinaria en relación al
número de hombres, de unidades y de armamento que
disponía. Sin embargo el Perú, después de
una gran ofensiva empleando todos los medios, sólo
logró conquistar "Una franja de cinco
kilómetros".

El Poder Militar entre 1940 y 1941 puso en conocimiento
del poder político el plan de invasión por parte
del Perú y toda la información disponible obtenida
en ese país. El poder político, sin reconocer ni
temer la amenaza, desestimó con prepotencia las
informaciones del Poder Militar, dejando de esta manera al
país en una absoluta inseguridad.

La preocupación permanente del poder
político fue mantenerse a cualquier precio en el mando,
aunque ese precio fuera la seguridad de la patria. No de otra
manera se explica el fortalecimiento del cuerpo de carabineros,
malversando los fondos del ejército. El poder
político por su incapacidad de mantener integrado y
fortalecido al poder nacional, por su incapacidad para entender
que la seguridad impide el fortalecimiento del Poder Militar en
una situación de emergencia.

En 1940 como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial
se elaboró el "Plan para la Contribución del
Ecuador a la Defensa Continental". En este documento se
presentaron al poder político varias alternativas viables
para el fortalecimiento del Poder Militar; todas ellas fueron
rechazadas por el Gobierno del doctor Carlos Arroyo del
Río, pues vivía con el fantasma del Golpe de Estado
y consideraba que era un riesgo el fortalecimiento del Poder
Militar.

El Poder Militar completamente debilitado cumplió
con su deber en 1941, la heroicidad de nuestros soldados
inmortalizó a varias de ellos; sin embargo, por la
traición del poder político, que fue el
único culpable de la gran tragedia, una vez más el
Ecuador no pudo mantener su integridad territorial.

Como lección nos queda que: solamente un Poder
Militar fortalecido es la garantía para mantener la
integridad territorial y la soberanía nacional como
objetivo nacional permanente. Durante el gobierno de las Fuerzas
Armadas, presidido por el General Guillermo Rodríguez
Lara, se dieron pasos firmes en procura de proporcionar a la
nación un Poder Militar con fortaleza suficientes para que
garantice la consecución y mantenimiento de los objetivos
nacionales permanentes, se organizaron y se equiparon unidades
élite y se crearon nuevas unidades; el material
bélico obsoleto fue reemplazado por material moderno y de
alta tecnología.

Este proceso siguió hasta 1981, año en que
nuevamente el expansionismo amenazó el mantenimiento de
los objetivos de soberanía e integridad territorial. En
enero de 1981 fueron atacados nuestros puestos militares de
"Paquisha", "Mayaicu" y "Machinaza", demostraron las unidades que
sus recursos humanos, como primer fundamento del Poder Militar,
cumplieron su deber gracias a su espíritu, a su
mística y a su constante y profesional preparación
militar.

Partes: 1, 2, 3
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